Testimonio de sobreviviente de Sharolyn

Foto de Sharolyn H.
“Casi nadie pensó que yo sobreviviría seis meses al cáncer inicial, pero aquí estoy 31 años después”.

—Sharolyn H., Sobreviviente de cáncer de ovario
Edad al momento del diagnóstico: 37

Mi esposo y yo nos casamos cuando teníamos treinta y tantos, y nos tardamos unos años en decidir si queríamos tener hijos. El golf, la costura, la lectura, mi scottish terrier y los deportes universitarios ocupaban el tiempo libre que tenía. Como estaba tratando de quedar embarazada, me salté el examen ginecológico anual en mayo de 1983. Estaba segura de que quedaría embarazada en unos meses y entonces iría al médico. Lamentablemente, eso no fue lo que pasó.

Había subido unas cinco libras y comencé a caminar varias millas al día y a hacer ejercicio en el gimnasio para tratar de perderlas, pero no lo lograba. Atribuí los dolores ocasionales en mi abdomen a la rutina de ejercicios. En el último día del contrato como maestra para el año académico, tuve fiebre y escalofríos. Tomé mucho líquido, dos aspirinas y me fui temprano a la cama. Desperté a la mañana siguiente con un poco menos de fiebre y dolor abdominal. Pensé que era apendicitis y me comuniqué de inmediato con mi médico de cabecera que me atendió esa tarde. Él diagnosticó el problema como un virus intestinal, me recomendó tomar líquidos y medicamentos para la fiebre, y me dijo que estaría bien para las vacaciones que mi esposo y yo habíamos programado. Me empecé a sentir mejor a medida que avanzaba la semana y nos fuimos de vacaciones como lo teníamos planeado.

Durante las vacaciones, tuve ataques de náuseas ocasionales y empecé a tener sudores nocturnos. Cuando regresamos a casa, llamé al médico inmediatamente. Me hizo análisis de sangre y ordenó un escáner abdominal para examinar mi vesícula en busca de cálculos biliares. Los resultados de ese escáner cambiaron mi vida para siempre. Había una masa muy grande que parecía salir de mi ovario izquierdo.

A la semana siguiente me hicieron una operación exploratoria. La masa terminó siendo un tumor del tamaño de un melón y había cerca de un cuarto de galón de líquido en la cavidad abdominal. El médico tuvo que sacarme los dos ovarios, las dos trompas de Falopio, el útero y parte del omento. (Nota del editor: El omento es una capa de tejido que cubre y sujeta los intestinos y los órganos en el área abdominal inferior). La fiebre que tuve fue causada por un absceso en la pared abdominal donde el tumor estaba haciendo presión. El médico me dijo las palabras que nadie quiere escuchar: “No pude sacarlo todo”. El siguiente golpe fue descubrir que este era un tipo de tumor de ovario muy raro.

Tuve la suerte de que una colega enfermera investigó y pudo recomendar a un ginecólogo oncólogo maravilloso en nuestro centro médico local. Mi caso fue revisado por la junta de tumores del hospital antes de que yo viera al ginecólogo oncólogo y él ya tenía el protocolo listo en cuanto terminó de examinarme. Él me vio tres semanas más tarde, me internó en el hospital de inmediato y comenzó el programa de quimioterapia. Debido a que muchos de los actuales medicamentos contra las náuseas no existían en 1983, sencillamente tuve que sufrir días de constantes náuseas y tratamientos que requerían hospitalización. Al cabo de nueve meses de tratamiento, una segunda operación exploratoria confirmó que la quimioterapia había sido eficaz casi en su totalidad. En 1986 —tres años y medio después del diagnóstico inicial—, me operaron para sacar los quistes que se habían formado como resultado del cáncer original, pero a partir de entonces todos los chequeos han tenido resultados negativos.

Casi nadie pensó que yo sobreviviría seis meses al cáncer inicial, pero aquí estoy 31 años después.

Tuve la suerte de tener un esposo, una familia y colegas cariñosos que me apoyaron, así como un jefe que apoyó que yo trabajara cuando pudiera. Mis amigos trajeron comida, hicieron mandados y básicamente trataron de mantenerme ocupada e involucrada en cosas de la vida diaria para que el cáncer y su tratamiento no consumieran cada momento del día. Estaré eternamente agradecida por las muchas tarjetas, cartas y llamados telefónicos que recibí, y por las oraciones que se hicieron por mí.

He enfrentado otros desafíos desde el tratamiento para el cáncer de ovario. En el 2005, tuve carcinoma ductal in situ (DCIS, por sus siglas en inglés) en la mama izquierda y me hicieron una lumpectomía y radiación. (Nota del editor: El DCIS es una enfermedad de las mamas que podría causar cáncer de mama).

Y en el 2011, tuve cáncer de piel en la nariz que requirió un injerto de piel. No sé qué va a pasar en el futuro, pero sé que seguiré haciendo mi vida, confiando en mi fe y que sin importar qué pase, nunca me permitiré sentirme como una víctima.

Aprendí muchas lecciones de vida valiosas a través de ese año de tratamiento contra el cáncer de ovario. Ahora hago las cosas que disfruto y que quiero hacer, no aquellas cosas que los demás creen que debería hacer. Valoro el tiempo que paso con mi esposo —el planchado siempre puede esperar—, pero llegará el día en que ya no podremos hacer cosas juntos. Me tomo el tiempo para enviar tarjetas de cumpleaños, tarjetas para desear una pronta recuperación y notas personales porque me doy cuenta del poderoso mensaje de amor y cariño que transmiten. Y lo más importante, trato de vivir cada día sin preocuparme por las cosas que no puedo controlar. Si yo no me cuido, no tendré la capacidad de cuidar muy bien a otros.