Historias personales sobre la tuberculosis

La historia de Tri

Tri

Tri se enteró de que tenía tuberculosis (TB) poco después de comenzar la universidad. Después de 9 meses de tratamiento contra la enfermedad de tuberculosis, Tri pudo volver a hacer lo que le encanta: jugar baloncesto. También empezó a trabajar como consejero para educar a otros acerca de la tuberculosis.

Tri estaba muy entusiasmado con la idea de ir a la universidad y finalmente, en el otoño del 2011, estaba allí. Tri también se mantenía ocupado con su trabajo. Estaba seguro de que sería un año fascinante.

Pero apenas 2 semanas después del inicio de clases, comenzó a toser y pensó que tenía influenza (gripe). Fue al médico para que lo tratara y este le recetó antibióticos. Sin embargo, aunque se estaba tomando los medicamentos, todavía tenía fiebre en las tardes y otros síntomas como tos persistente, sudores nocturnos y pérdida del apetito.

Tri no sabía que tenía tuberculosis (TB) hasta que se la diagnosticaron a su hermano menor que también estaba enfermo. “Después de que le dieron el diagnóstico de tuberculosis a mi hermano, el departamento de salud hizo una investigación de contacto en toda la familia”, explica Tri. “En ese momento me enteré de que también tenía la enfermedad de tuberculosis”, agrega. Tri fue a la clínica de salud preventiva en Grayson, Georgia, para que le tomaran una radiografía. Los resultados mostraron que él también tenía la enfermedad de tuberculosis. “Fue entonces que me enteré de que tendría que estar aislado y recibir tratamiento contra la tuberculosis”, dice Tri.

Una vez que recibieron el diagnóstico, Tri y su hermano comenzaron el tratamiento contra la tuberculosis. Debido a que Tri estaba muy enfermo y tenía que quedarse en casa hasta que ya no pudiera contagiar a nadie, tuvo que dejar la universidad y renunciar a su trabajo. Él y su hermano permanecieron aislados durante 4 meses debido a la gravedad de su enfermedad. En todo ese tiempo, se alentaron mutuamente a seguir con el tratamiento. “Nos hicimos compañía. Tomar los medicamentos también era importante porque no quería contagiar a mis hermanas ni a mi madre con tuberculosis”, afirma.

Estar aislados en su casa por tanto tiempo fue difícil para estos dos jóvenes a los que les encantaba salir con amigos y jugar baloncesto. Tenían que usar mascarillas cerca de otras personas.

“Tuberculosis es una palabra importante y una enfermedad grave, pero se puede curar y se puede salir adelante. Contamos con ayuda”.

Tri reconoce el mérito de la administradora de su caso, Hoa, que trabaja en la Clínica de Salud Preventiva del Departamento de Salud de los Condados de Gwinnett, Newton y Rockdale, por haberlo motivado durante los largos 9 meses que estuvo en tratamiento. “Ella vino a nuestra casa todos los días para llevar a cabo la terapia de observación directa, responder nuestras preguntas y darnos ánimo”, recuerda Tri.

Hoa también ayudó a Tri y a su familia a obtener subvenciones de la Asociación Americana del Pulmón. “Las subvenciones nos ayudaron a comprar comida, a pagar cuentas y otros gastos de la casa”, explica.

Una vez que se curó de la tuberculosis, Tri pudo reanudar sus actividades normales, incluso volver a hacer lo que le encanta, que es jugar baloncesto. Espera regresar a la universidad en un futuro próximo, posiblemente para seguir una carrera en el ámbito de la atención médica. Tri también empezó a trabajar en la Clínica de Salud Preventiva del Departamento de Salud de los Condados de Gwinnett, Newton y Rockdale dando consejos acerca de la tuberculosis. “Como consejero ayudo y educo a personas que no saben nada sobre la tuberculosis. Comparto con ellas mi experiencia y les hago saber que pueden salir adelante y que hay ayuda disponible”, dice.