Historias personales sobre la tuberculosis

La historia de Sarah

Sarah

Cuando Sarah, una estudiante de secundaria superior, se descubrió un extraño bulto en el cuello en octubre del 2011, nunca imaginó que podía ser tuberculosis (TB). Fue a ver a su pediatra, que la remitió a un cirujano. El cirujano extirpó el bulto, pero no lo diagnosticó en ese momento como tuberculosis.

Más adelante, en septiembre del 2012, Sarah notó que algo estaba bloqueando su visión en el ojo izquierdo; la visión en ese ojo estaba siendo afectada y empeoraba de manera alarmante. Volvió a ver al mismo pediatra de antes. Esta vez, él la remitió a un oftalmólogo que la derivó a un especialista en retina. El especialista en retina conversó con Sarah, se enteró del bulto que había tenido en el cuello, encontró los resultados positivos de las pruebas de laboratorio que nunca habían sido revisados ni notificados por sus otros médicos ni por el laboratorio, e hizo el diagnóstico de tuberculosis del ojo, también conocida como tuberculosis ocular. Esta es una forma poco común de tuberculosis y es difícil de diagnosticar. Los médicos deben realmente “pensar en la tuberculosis” para poder hacer el diagnóstico. Evidentemente, el bulto detectado en el 2011 era tuberculosis de los ganglios linfáticos. Debido a que no se diagnosticó la enfermedad de tuberculosis, esta no fue tratada; como resultado, se propagó al ojo causando que la retina se desprendiera gradualmente. Tres semanas después del diagnóstico, Sarah fue operada con éxito para reparar la retina.

Después de la operación, uno de los médicos que atendían a Sarah —un especialista en enfermedades infecciosas— la remitió inmediatamente al Departamento de Salud del Condado de Gwinnett para que pudiera recibir tratamiento para la enfermedad de tuberculosis. También se puso en contacto con un equipo de médicos que elaboró un agresivo plan de tratamiento contra esta rara forma de tuberculosis.

“Al principio estaba pesimista. Era el penúltimo año de secundaria superior y en ese momento estaba tomando tres cursos avanzados. También participaba en gran cantidad de actividades extracurriculares y me estaba preparando para el SAT. Encima de todo eso, ahora tenía múltiples citas médicas cada mes que por lo general tomaban la mayor parte de mi jornada escolar. Fue definitivamente una prueba”, recuerda Sarah. “Peor aún, uno de los médicos que me atendían incluso me dijo que, debido al alcance de mi enfermedad, tal vez tendría que poner el año académico en segundo plano para que pudiera concentrarme en el tratamiento. Eso era algo que definitivamente no quería escuchar. Me enorgullezco de mi desempeño en la escuela y hasta ese momento me estaba yendo muy bien. No quería perder el impulso que llevaba en ese momento”, afirma Sarah.

“Sin embargo, después de unos meses, cambié de actitud. Dejé de ver mi enfermedad como un obstáculo, y comencé a verla como un reto personal. Todos deben afrontar obstáculos; este es el mío. Lo tomé como algo que tenía que aceptar. Sabía que podía superar la tuberculosis”, dice Sarah.

Además del tratamiento que Sarah recibió, sus padres, hermanos y otros parientes fueron examinados para ver si tenían tuberculosis, ya que eran sus contactos directos. Nadie más en su familia tenía la enfermedad de tuberculosis, pero a su papá se le diagnosticó infección de tuberculosis latente y recibió tratamiento.

El laboratorio nunca hizo pruebas con la muestra de tuberculosis de Sarah para determinar si las bacterias que le causaron la enfermedad eran resistentes o sensibles a los típicos medicamentos contra la tuberculosis. En consecuencia, se le recetaron más medicamentos de los que normalmente se le darían a una persona para asegurarse de que el tratamiento contra la tuberculosis fuera eficaz. El tratamiento de Sarah, que duró hasta septiembre del 2013, consistió en tomar siete pastillas y media todos los días. Ella tomaba siete pastillas y media todos los días. Durante la semana, los medicamentos se le administraban en la escuela. Cuando no había clases, una enfermera iba a su casa a dárselos. Los fines de semana, sus padres le daban las pastillas y la observaban mientras se los tomaba.

“Mi familia ha sido extremadamente comprensiva en este proceso al llevarme a todas mis citas médicas y al asegurarse de que tuviera suficientes medicamentos”, dice Sarah. “Por suerte, he estado intrínsecamente motivada a tomar los medicamentos contra la tuberculosis. Sabía que si tomaba mis medicamentos todos los días, al final me mejoraría”, afirma.

Gracias al tratamiento, Sarah dice que la visión en su ojo izquierdo ha mejorado. “Todavía está un poco limitada, pero está mejorando”, asegura y agrega: “Tengo un equipo de doctores increíbles. Todos trabajan arduamente para asegurase de que yo me mejore”.

Para Sarah, la parte más difícil de este proceso fue mantenerse al día con sus deberes escolares debido a la gran cantidad de citas médicas. “Las citas médicas duraban tanto; a veces terminaba perdiendo un día entero de escuela. Y como yo había faltado a clases, tenía que aprender la materia por mi cuenta y ponerme al día con todas las tareas de ese día”, explica Sarah. “Mis calificaciones empezaron a bajar y eso fue muy frustrante para mí. El penúltimo año de la secundaria superior es considerado el más difícil y no me gustaba el hecho de que la tuberculosis estuviera haciendo que me costara más que a los demás”, afirma.

Quiero compartir mi historia para que otras personas se puedan sentir identificadas y no se sientan solas en todo esto. Quiero que la gente sepa que con una actitud optimista y perseverancia, cualquiera puede superar la tuberculosis”.

Sarah reconoce el mérito de sus maestros y compañeros de escuela por haberla ayudado a ponerse al día con sus estudios. “Mis maestros fueron muy comprensivos y pacientes. Me dieron más tiempo para ciertas tareas y me imprimieron materiales de apoyo cuando no podía ver claramente la pizarra después de la operación de retina. Mis amigos también me prestaban sus apuntes cuando yo faltaba a clases”, dice. De manera sorprendente, Sarah ha logrado mantener sus excelentes calificaciones y planea postular a universidades prestigiosas para estudiar Negocios.

Sarah quiso compartir su historia para que otras personas afectadas por la tuberculosis, especialmente los jóvenes, sepan que no están solas. “Mientras recibía el tratamiento, me di cuenta de que no conocía a nadie de mi edad que estuviera pasando por la misma cosa. Realmente, no tenía a nadie con quien sentirme identificada en mi experiencia con la tuberculosis”, explica Sarah. “Quiero compartir mi historia para que otras personas se puedan sentir identificadas y no se sientan solas en todo esto. Quiero que la gente sepa que con una actitud optimista y perseverancia, cualquiera puede superar la tuberculosis”.