Historias personales sobre la tuberculosis

La historia de Emily

 

La tuberculosis de Emily fue difícil de diagnosticar. No fue hasta que los médicos hicieron la prueba de detección al líquido que le encontraron entre el corazón y los pulmones que se enteró de que tenía tuberculosis. Después de haber completado el tratamiento, ahora trabaja en la atención médica, donde apela a su historia para establecer un vínculo con los pacientes y ayudarlos.

El primer síntoma de Emily fue una tos continua que empeoraba, especialmente, en medio de la noche. Se despertaba y tosía durante 30 minutos. Sentía como si hubiese comido algo picante como un ají (chile) que la hacía toser. Pero la tos no desaparecía.

Durante su primera visita al hospital, los médicos le dijeron que tenía influenza (gripe) y la mandaron de vuelta a su casa. Como los síntomas siguieron agravándose con el tiempo, fue a un centro médico y allí le recetaron un antibiótico. Pero esto no ayudó.

Emily comenzó a tener escalofríos a lo largo del día y la noche. Se sentía cada vez más cansada. Una mañana se despertó, se vistió, y estaba demasiado cansada para salir de su casa. Sabía que algo estaba muy mal.

Volvió al hospital. Los médicos le hicieron muchos exámenes para tratar de determinar qué le estaba causando la enfermedad. Estaba bajando mucho de peso, no lograba retener los alimentos ni el agua, y se sentía extremadamente cansada. Al final, los médicos encontraron una pista. Hallaron líquido entre el corazón y los pulmones. Removieron el líquido y le hicieron la prueba de detección de tuberculosis. El resultado fue positivo. Finalmente, a Emily le diagnosticaron tuberculosis.

Su primera reacción fue de miedo. “Tengo familiares y amigos que han muerto de tuberculosis. Vi cómo se enfermaron y pensaba: Dios mío, por favor, que no me pase a mí. No me gusta estar enferma con tuberculosis”, recuerda Emily.

Las primeras semanas de tratamiento fueron difíciles. Las cosas empezaron a mejorar una vez que los médicos encontraron el esquema de tratamiento correcto para su tuberculosis. Con el tratamiento correcto y un personal hospitalario que le brindó mucho apoyo, Emily comenzó a mejorar. “Si uno les hace caso a los médicos y al personal de enfermería, se cura”, dice Emily.

Desde que completó el tratamiento, Emily ha aprendido a manejar y tiene un trabajo gratificante como técnica en terapia respiratoria, donde se basa en su historia personal para establecer un vínculo con los pacientes y ayudarlos.

“Está muy bien, porque siempre me gusta interactuar con los pacientes. Algunos dicen cosas como ‘ay, me estoy muriendo’. Y yo les respondo: ‘¿Sabe qué? No se va a morir’. Les explico lo que me pasó a mí, y se sienten mejor. Me dicen: ‘Bueno, gracias’”.