Historias personales sobre la tuberculosis

La historia de Shaka

 

Una vez que Shaka recibió el diagnóstico de tuberculosis, se sintió aliviado de saber qué era lo que lo había enfermado. Las visitas de amigos y familiares lo ayudaron durante el difícil proceso de tratamiento. Ahora, Shaka está haciendo otra vez lo que le gusta: enseñar a bailar y bailar salsa.

Al principio, Shaka creyó que tenía influenza (gripe). Tenía escalofríos, estaba siempre cansado y no tenía apetito. Después de casi un mes de sudar por las noches, tener dolor de pecho y tos persistente y haber bajado 30 libras, Shaka sabía que algo estaba muy mal y fue al médico.

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“El médico me dijo que lo peor ya había pasado y que ahora iba a empezar a mejorarme”, recuerda.

“Le mostré una foto que había sido tomada el año anterior. La miró y me preguntó: ‘¿Quién es?’ Le dije que era yo y me preguntó: ‘¿Cuándo se tomó esta foto?’ Le contesté que así me veía 30 días antes. Ahí se dio cuenta de que yo estaba muy, muy enfermo”, recuerda Shaka. Le dieron antibióticos y se fue a su casa.

Después de varias semanas de visitas al médico, exámenes y el empeoramiento de sus síntomas, fue hospitalizado. Al final, le diagnosticaron tuberculosis.

“Vinieron y me dijeron: Creemos que tiene tuberculosis. Yo estaba acostado en la camilla, me reí tan fuerte como pude y les dije que nadie contrae tuberculosis. Me contestaron: Creemos que eso es lo que usted tiene”, cuenta Shaka.

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Ahora, recuperado de la tuberculosis, Shaka está haciendo otra vez lo que le gusta: enseñar a bailar y bailar salsa.

Pronto se enteró de que tenía tuberculosis diseminada, que significa que la tuberculosis se ha propagado a otras partes del cuerpo más allá de los pulmones. “Tienes suerte si está solamente en los pulmones. No sé si se entiende. Una vez que se propaga por el cuerpo, puede llegar a cualquier parte”, explica Shaka. Sintió alivio al saber que todos sus síntomas podían rastrearse a una sola fuente: tuberculosis. “El médico me dijo que lo peor ya había pasado y que ahora iba a empezar a mejorarme”, recuerda.

Aunque se sintió aliviado al tener un diagnóstico, Shaka comenzó a lidiar con el difícil proceso de tratamiento. “Hay que tomar muchos medicamentos, un montón de medicamentos. Terminé tomando como 17 pastillas por día. Sentía lo mismo que cuando iba a la escuela, cuando uno esperaba que hubiera una emergencia o un día de nieve o algo, para no tener que tomar las pastillas ese día. Y nunca hubo un día así. Tuve que seguir tomándolas”, dice Shaka.

Amigos y familiares visitaron a Shaka en el hospital durante su recuperación. Muchas veces le hacían preguntas sobre la tuberculosis y el tratamiento. Shaka investigó y leyó sobre la tuberculosis y le hizo muchas preguntas a su equipo de atención médica. En poco tiempo pudo usar lo que había aprendido para educar a familiares y amigos sobre la tuberculosis.

“Al explicarlo una y otra vez tuve la oportunidad de entenderlo mejor, e incluso se hizo más interesante hablar del tema”, recuerda Shaka.

Después de haberse recuperado de la tuberculosis, Shaka ha trabajado con We Are TB como portavoz para crear conciencia y apoyar a otras personas que tengan la enfermedad. Su mensaje para las personas que hayan recibido un diagnóstico de tuberculosis recientemente: “Puede ser aterrador, pero hay cura”.

“Quiero que las personas tengan conciencia sobre la tuberculosis y que sepan que es algo que estamos preparados para afrontar, que podemos hacer algo al respecto”, concluye Shaka.